Un cuento para compartir en esta maleta:
Resultado de un ejercicio de clase con mis alumnos del IPAD de la carrera de Diseño Gráfico. Sección IB. Yo lo escribí y ellos lo hicieron mejor.
Memorias de anciano
─A tu edad, yo tenía un amigo, Renzo, cuyo hermano mayor, Sebastián, era muy simpático. Cuando iba a visitarlo, él nos ofrecía galletas danesas, jugaba con nosotros y nos hacía bromas. Era muy divertido. En su casa, que quedaba en toda esta esquina y daba al parque más grande que he visto en mi vida, había un perro al que llamábamos Ciego. En ese entonces, este perrito y Sebastián tenían dieciocho años.
Renzo, Sebastián y yo llevábamos a Ciego al parque. Allí Sebastián nos contó que Ciego llegó a su casa recién nacido. Como sus familiares no sabían que ese era el motivo de su ceguera, le pusieron aquel nombre. Pero Ciego no tenía problema alguno. Aún a su edad, cuando jugábamos con él y tirábamos la pelota, sabía hacia dónde correr y nos la traía.
Renzo era mi mejor amigo, pero Sebastián era mi ídolo. Yo lo admiraba porque siempre tenía algo nuevo que contarnos, sus historias jamás nos aburrían y cuando se sentaba con Ciego a sus pies, me hacía recordar esa serie que algún día te mostré: El narrador de cuentos.
La primera historia que nos contó fue la de Orfeo y Eurídice. ¿La recuerdas? Te la recité en tu cumpleaños.
En fin, como te decía, aquí pasé los años más significativos de mi infancia. Ahora no hay parques ni casas ni perros ni viejos amigos contándose cuentos. Ahora los edificios ensombrecen la ciudad, la gente se esconde en pequeñas ratoneras de las que no sale más que para trabajar. En estos lugares ya no se recibe amigos y está prohibido tener mascotas, incluso saludar a los vecinos. Estos no se conocen y si acaso se dirigen la palabra, lo propicio es aprovechar el gris ascensor; en vez del verde pasto donde charlábamos por largas horas mis amigos y yo.
Cuando alguien hace un comentario sobre el clima en el transcurso del viaje al primer piso, te das cuenta de que es una persona solitaria y que, probablemente, vive solo en un cubil de los pisos más elevados. Eso es.
Bueno, Adrián, es lo único que te puedo contar sobre lo que recuerdo. Este barrio ha cambiado tanto que ya no estoy seguro de sus historias...
─Mamá, el abuelo habla solo de nuevo.